jueves, 29 de enero de 2015

Sibaritas vergonzantes

Hace unos cuarenta años, en el programa de R.T.I. "Citas con Pacheco", el famoso presentador le realizó una entrevista al decorador Saúl Garcia y la conclusión fue que este era un sibarita. Yo no conocía esa palabra a mis poco menos de diez años y al buscarla en la Enciclopedia Salvat, encontré que era alguien al que le gustaba vivir bien. Tampoco sabía el significado de ser vergonzante, un término que en mi ciudad de Tunja se usaba mucho para referirse a muchas familias amigas en las que, generalmente por los avatares de la política bipartidista, el jefe de hogar perdía el puesto público y tenían que pasar en esa casa muchas dificultades económicas, durante mucho tiempo, esperando el cambio de gobernador o de presidente; cuatrienios enteros en los que distinguidas familias se veían limitadas a una simple aguadepanela con calado, a remendar medias y calzoncillos y a achicar y voltearle el paño a los vestidos viejos, a usar camisas con puños y cuellos de otro color provenientes de alguna otra prenda, para que otros integrantes de la casa pudieran estrenar alguna cosa.
Ahora, para este 2015, se unen las dos palabras, sibarita y vergonzante, pues con la reforma tributaria aprobada por el Congreso a instancias del gobierno, los trabajadores honestos que integramos la clase media del país, estamos condenados a soportar el rigor de la ley y pagar más impuestos, frente a un ritmo de vida, limitado, pero bueno y digno, que con el esfuerzo de vivir al día -aunque muchos al debe-, en los últimos años nos ha convertido en sibaritas, con buenos celulares, carrito con aire acondicionado, viajecito de vacaciones, ropita buena, saliditas a restaurante y acostumbrados, como diría mi tía, a comprarse sus cositas, porque como dice William Ospina en su más reciente libro "El dibujo secreto de América Latina", una familia debe contar con una vajilla de porcelana fina para muchos años, que con una vajilla costosa de plástico para todos los días.
 Pero, ¿Qué se nos viene pierna arriba?, desafortunadamente la evasión y la elusión pues el dinerito del sueldo se nos volverá una ilusión, no así a los dos mil funcionarios cobijados con la ley cuarta de 1992, (presidente, ministros, altos comisionados y consejeros, congresistas, magistrados, Procurador, Defensor, Fiscal, Registrador, Consejeros Electorales, Comisionados del Servicio Civil, Embajadores), que recibirán como salario casi 27 millones de pesos, pero solo tienen gravada la "asignación básica", que es de cuatro millones. Es decir, paga más impuestos un notificador de juzgado que un magistrado de Alta Corte y en el sector privado, con el impuesto al patrimonio, pagará más un cajero de banco que el dueño del mismo.

En últimas, los que estarán felices serán los cultivadores de caña y los vendedores de vajillas de porcelana, pues en ellas volverán a servirse aguadepanela con calado.

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