Diversos medios de prensa en el mundo han
publicado que el Papa Francisco, cambiando la doctrina, habría afirmado que los
animales van al Cielo al igual que los seres humanos. El diario Corriere della Sera inició con una nota publicada
el 27 de noviembre sobre la audiencia general del Santo Padre
titulada “El Papa y los animales ‘El Paraíso está abierto a todas las
criaturas’. El periodista Vecchi Gian Guido utilizó una palabra que el Pontífice nunca usó: animales.
El mismo día, en The Guardian de Londres y
el 11 de diciembre en The New York Times, así como en El universal de México,
Caracol Radio y Terra Argentina, señalaron que el Papa Francisco ha dicho que
los animales van al cielo.
Lo que sí dijo
el Papa Francisco en la catequesis del 26 de noviembre, al explicar qué es el Cielo, fue
resaltar que antes que un “lugar” es un “estado” en el que las personas podrán
contemplar a Dios.
Y sobre el tema en cuestión dijo: “La
Sagrada Escritura nos enseña que el cumplimiento de este diseño maravilloso no
puede no interesar también todo aquello que nos rodea, y que ha salido del pensamiento
y del corazón de Dios”.
Esto no quiere decir que el resto de la
creación no tiene lugar en el esquema de la redención, pero decir que los ‘animales van al
cielo’ en el sentido de disfrutar la salvación como los seres humanos, pues no
tiene sentido.
El 10 de enero de 1990, San Juan Pablo II
señaló que “también los animales tienen un aliento o soplo vital, y que lo
recibieron de Dios”. Juan Pablo II no habla del destino final de los animales,
sino que explica que Dios los creó y que su existencia depende de Él.
El Catecismo de la Iglesia Católica sí se ocupa de
los animales como criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud
providencial, exigiendo en los numerales 2415 al 2418, respeto de la integridad de la creación: “Los
animales, como las plantas y los seres inanimados, están naturalmente
destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y futura. El uso de
los recursos minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado
del respeto a las exigencias morales. El dominio concedido por el Creador al
hombre sobre los seres inanimados y los seres vivos no es absoluto; está
regulado por el cuidado de la calidad de la vida del prójimo incluyendo la de las
generaciones venideras; exige un respeto religioso de la integridad de la
creación”.
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