Hace unos
cuarenta años, en el programa de R.T.I. "Citas con Pacheco", el
famoso presentador le realizó una entrevista al decorador Saúl Garcia y la
conclusión fue que este era un sibarita. Yo no conocía esa palabra a mis poco
menos de diez años y al buscarla en la Enciclopedia Salvat, encontré que era
alguien al que le gustaba vivir bien. Tampoco sabía el significado de ser
vergonzante, un término que en mi ciudad de Tunja se usaba mucho para referirse
a muchas familias amigas en las que, generalmente por los avatares de la
política bipartidista, el jefe de hogar perdía el puesto público y tenían que
pasar en esa casa muchas dificultades económicas, durante mucho tiempo,
esperando el cambio de gobernador o de presidente; cuatrienios enteros en los
que distinguidas familias se veían limitadas a una simple aguadepanela con
calado, a remendar medias y calzoncillos y a achicar y voltearle el paño a los
vestidos viejos, a usar camisas con puños y cuellos de otro color provenientes
de alguna otra prenda, para que otros integrantes de la casa pudieran estrenar
alguna cosa.
Ahora,
para este 2015, se unen las dos palabras, sibarita y vergonzante, pues con la
reforma tributaria aprobada por el Congreso a instancias del gobierno, los
trabajadores honestos que integramos la clase media del país, estamos
condenados a soportar el rigor de la ley y pagar más impuestos, frente a un
ritmo de vida, limitado, pero bueno y digno, que con el esfuerzo de vivir al
día -aunque muchos al debe-, en los últimos años nos ha convertido en
sibaritas, con buenos celulares, carrito con aire acondicionado, viajecito de
vacaciones, ropita buena, saliditas a restaurante y acostumbrados, como diría
mi tía, a comprarse sus cositas, porque como dice William Ospina en su más
reciente libro "El dibujo secreto de América Latina", una familia
debe contar con una vajilla de porcelana fina para muchos años, que con una
vajilla costosa de plástico para todos los días.
Pero,
¿Qué se nos viene pierna arriba?, desafortunadamente la evasión y la elusión
pues el dinerito del sueldo se nos volverá una ilusión, no así a los dos mil
funcionarios cobijados con la ley cuarta de 1992, (presidente, ministros, altos
comisionados y consejeros, congresistas, magistrados, Procurador, Defensor,
Fiscal, Registrador, Consejeros Electorales, Comisionados del Servicio Civil,
Embajadores), que recibirán como salario casi 27 millones de pesos, pero solo
tienen gravada la "asignación básica", que es de cuatro millones. Es
decir, paga más impuestos un notificador de juzgado que un magistrado de Alta
Corte y en el sector privado, con el impuesto al patrimonio, pagará más un
cajero de banco que el dueño del mismo.
En
últimas, los que estarán felices serán los cultivadores de caña y los
vendedores de vajillas de porcelana, pues en ellas volverán a servirse
aguadepanela con calado.