viernes, 16 de marzo de 2012

Prólogo de "El Libro de los Valores" de Juan David Montejo Olano.

“Los valores están perdidos.
Atentamente, La Bolsa”.
(Graffiti bogotano, 1997).


El reto más importante al escribir durante más de treinta años ha sido el que me ha propuesto Juan David Montejo Olano. En primer lugar por el honor que me ha dispensado al considerar que yo pudiese prologar su magnífica obra; en segundo lugar, por la emoción y la alegría con los que vive nuestro autor cada día, ejemplo de su grandeza intelectual y espiritual.

Hablando de valores, el primero que se atisba en este artista es su magnanimidad, la cual es la disposición del ánimo hacia las cosas grandes.

Es un pequeño autor por su edad, pero llamado a ser un maestro excepcional. Muestra de ello está en que aun sin haber cumplido los seis años, se propuso dar a su hermano por nacer el mejor regalo: el ejemplo.

Ese ejemplo estaba dado no en ponerse celoso o en hacer pataletas por el nacimiento de un nuevo hermano, como han querido erróneamente hacerlo ver las psicólogas, quienes orientadas por una política anti-natalista, quieren que el individualismo se apodere de las familias y que se presente como un crimen el que nazca otro integrante al interior de ella.
 
No, Juan David no se sintió mal, dio ese ejemplo regalando a su hermano –y que siempre Nicolás lo sepa-, el más grande cariño que se puede prodigar fraternalmente, escribiendo para él y en general, para todos, un bello libro sobre los valores.
 
Lógicamente, nuestro autor no ha querido hacer un estudio teórico sobre los valores, pero su profundidad es grandiosa, pues ha utilizado con sentido común una técnica descriptiva y a la vez práctica, con una moraleja de profundos resultados, que remueven al más indolente en el fondo de su alma.

 El vivir estos valores escogidos por Juan David para cada personaje de la historia, nos ayudará –sin importar la edad-, a ser cada día personas más personas, más íntegras, más humanas, más rectas, caballerosas, amistosas y lo más importante y en ocasiones la más difícil: ser más alegres.
 
Algo muy importante de este libro es que nos dejemos tocar por sus enseñanzas para por sobre todo, ser buenos, pues los valores son diferentes especificaciones del bien, por tanto, antes que temer adquirirlos, deben ser un ideal en nuestras vidas.
 
Al poner en práctica las enseñanzas de esta bella obra, encontraremos un gran tesoro, que se resume en esta frase de F. Dostoiewsky: “El secreto de la existencia humana no consiste solamente en vivir, sino también en saber para qué se vive”.

Torreblanca, mayo de 2006.

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