sábado, 31 de marzo de 2012

Bicentenario de Antioquia.

Tristemente ha pasado casi desapercibida la conmemoración del bicentenario del Departamento de Antioquia.

Luego de expedidas la Constitución Monárquica de Cundinamarca, el Acta de Confederación de las Provincias Unidas de la Nueva Granada y la Constitución de Tunja en 1811, seguiría el turno para la Constitución de Cádiz el 19 de marzo de 1812 y, precisamente dos días después, el 21 de marzo, fue sancionada por los representantes de toda la provincia y aceptada por el pueblo el 3 de mayo la Constitución del Estado de Antioquia.

Antes de suscribir en la muy noble y leal ciudad de Santiago de Arma de Rionegro la Constitución, los 19 delegatarios resumieron así su compromiso con la libertad:

“Ved aquí, habitantes de la Provincia de Antioquia, las leyes fundamentales de nuestra sociedad: leedlas continuamente, y después que en los corazones de vuestros hijos se hallen grabados los misterios santos del cristianismo, ponedles en sus manos este pequeño volumen, para que conociendo desde su niñez los imprescriptibles derechos del hombre, sepan luego defender la inestimable libertad que les habéis conquistado.”

La Academia Colombiana de Jurisprudencia no ha estado ajena al homenaje y ha decidido publicar el libro “La Constitución del Estado de Antioquia de 1812”, el cual contiene además los 298 artículos del texto constitucional de este pueblo altivo, trabajador, generoso y libre. Y es que el pueblo antioqueño, “bajo el influjo de posturas discursivas justificativas ya vistas, la Constitución de 1812, documento jurídico-político esperanzador, frente a los momentos aciagos que se vivían, pero de poca eficacia, lo que pone en evidencia el proceso dual del constitucionalismo provincial: una fórmula de redención social a la vez que texto que provoca rebeldía.”

Eso nos recuerda al sabio Francisco José de Caldas, quien el 3 de noviembre de 1815 expresó: Habitantes de Antioquia! Recibid este tributo de mi gratitud, que ahora lejos de vosotros puedo pagaros, sin otro estímulo que el de la verdad!

La gratitud a la que se refería el Sabio Caldas tanto a él, como a mí nos sale del corazón, debido a mi ascendencia materna con más de ocho generaciones asentadas en ese Departamento, cuando en 1763 don José Benedicto García Marín, natural de Jaca, España, enviado por su Padre, huyendo de merecido castigo “por ultrajes de obra a uno de los Príncipes”,  llegó, se estableció y contrajo nupcias con Juana María Paula Alzate Orozco, natural de Remedios, habiendo recibido por dote el peso de Juana en oro, que le permitió tener holgada vida y una numerosa familia; fue un <Hidalgo de Bragueta>.

viernes, 16 de marzo de 2012

Perfil de un incansable, por Andrés Gómez Osorio.

Hernán Alejandro Olano no sólo es jefe del Área de Derecho Administrativo de la Facultad de Derecho en la Universidad de La Sabana. Su particular e inacabable hoja de vida, de cuarenta y dos páginas escritas con letra 9 a espacio sencillo, da fe de que él es mucho más que eso; además de haber trabajado en el Ministerio del Interior y en la Corte Constitucional, sus reconocimientos son tan particulares como numerosos.

Pero Hernán Olano…, perdón…, el doctor Olano tiene sólo 43 años, un tiempo récord que le ha bastado para alcanzar ocho distinciones Honoris Causa y escribir más de 30 libros (uno de ellos va en su octava edición) Además, ha terminado un postdoctorado, un doctorado, dos maestrías, seis especializaciones y cursado innumerables diplomados.

 ¿Cómo ha logrado en 21 años, desde su graduación como abogado, obtener tantos títulos académicos y trabajar al mismo tiempo?

Se trata de dividir bien el día, tener un horario, una disciplina y tener también ganas de aprender cosas y enseñarlas a los estudiantes.

Y aunque cuando lo dice todo suena muy fácil, su trayectoria se debe a la dedicación y el amor al estudio y al trabajo. Cuando viajó a España hizo dos especializaciones al mismo tiempo, en la mañana asistía a una de ellas hasta las dos de la tarde, y desde las cinco hasta las siete estudiaba la otra. Media hora después se dirigía a realizar un diplomado en Ciencias Heroicas (nobiliaria y heráldica, su gran pasión) y a veces lo cogía la media noche saliendo de algún otro curso.

Reyes y príncipes y juristas

Pocas personas en Colombia pueden saber más de nobiliaria y heráldica que Olano. Desde pequeño, cuando sus padres le leían cuentos de reyes y príncipes, le pareció curiosa la existencia de tales figuras, pero mayor fue su sorpresa cuando en el año 1976 vio en el periódico la visita del príncipe Carlos al Carnaval de Río de Janeiro; él nunca imaginó que esos personajes de fábula existieran aún en estos tiempos, por lo que emprendió un viaje sin retorno hacia un mundo de linajes, historias y escudos.

En ese camino ha conocido príncipes, duques y marqueses de todo el mundo que aunque puede que no sean muy conocidos, no se puede poner en tela de juicio los títulos que ostentan. Y para completar su buena suerte, en Tunja, su ciudad natal, también hay un príncipe, cuyo padre Eugenio II fue proclamado rey legítimo de Grecia en 1923 y aunque la inevitable entrada de la democracia a acabado con años de tradición real, ellos siguen siendo rey y príncipe, aunque ya no les sirva para nada y muy a pesar de tener una ascendencia certificada de más de 1000 años.

¿Cómo logra hacer contacto con esas personas?

Así como para nosotros es exótico el que aún existan esas distinciones, para ellos también es curioso que alguien en Colombia se interese por esos temas, por lo que me escriben permanentemente para hablar de nobiliaria y hacer relaciones con príncipes que residen en América.

Ahora su máxima aspiración está en llegar a ser Magistrado del Consejo de Estado, un cargo que no será difícil de alcanzar, teniendo en cuenta su intachable hoja de vida y la dedicación que profesa a su profesión y a su trabajo. Nada más se podría esperar de un abogado preparado que ha sido asesor del viceministro del Interior y escrito más de 60 libros sobre Derecho como autor y coautor.

Ni su afición, ni el estudio, ni su trabajo, ni la dedicación a su familia, lo han enfermado vez alguna, parece como hecho para estar siempre activo, a tal punto que dejó de consumir sus más de 15 tazas de café al día, porque ya no lo quedaba tiempo para prepararlas. Uno de sus más cercanos amigos, Eduardo Herrera, profesor de la facultad de Derecho, dice que a veces se le va la mano trabajando: “Él sólo descansa cuando duerme, y cuando lo hace también está pensando en la Academia”. Incluso, sus padres le piden que aproveche más las vacaciones, porque también durante éstas trabaja.

Peticiones para la Primera Comunión.

Las peticiones que pueden de hacerse en una Primera Comunión, pueden ser las siguientes:

1.    Por el Santo Padre Francisco, los Obispos, en especial el Obispo de esta Diócesis, por el clero  y por el celebrante, padre (nombre del sacerdote), para que estén llenos de bendiciones y de sabiduría para transmitirnos el mensaje del Evangelio.

2.    Por los gobernantes, para que sepan encontrar el camino correcto y dejen de lado sus ambiciones personales.

3.    Por la familia (apellido), sus padres, hermanos, abuelos, tíos, sobrinos y primos, para que vivan siempre la fraternidad y la unión en Cristo.

4.    Por (el niño o niña), quien hoy celebra su Primera Comunión y para que ésta sea celebrada muchas veces a lo largo de su vida.

5.    Por el Pueblo de Dios, para que en medio de su peregrinar terreno, anuncie la victoria de Cristo resucitado.

Acción de gracias al final: Unas palabras cortas de los papás del niño o niña.


¿Qué llevar a Villa de Leiva?



En Villa de Leiva, aunque durante el día hace calor, se requiere chaqueta, gorra o sombrero, bloqueador solar y ropa de clima frío, pues en las tardes y noche el clima suele bajar.

De Bogotá a Villa de Leiva, hay 145 Km., se deben cancelar los siguientes peajes: Autopista Norte, El Roble, Albarracín y Sáchica.

En Villa de Leiva se pueden visitar con los niños: El fósil, el Centro de Investigaciones Paleontológicas, el Museo Antonio Nariño, el Museo Prehistórico Acuña, el Museo Antonio Ricaurte, el Museo Maestro Luis Alberto Acuña, el Museo Paleontológico, el Museo del Automóvil, Gondava – Parque Jurásico, la Casa del Congreso de 1811 (actual sede del Concejo Municipal), el Museo de Arte Religioso de los Padres Carmelitas, el Museo Aeroespacial (200 metros antes del Convento de santo Ecce Homo), la Granja de Avestruces, Pozos Azules (cobran hasta por tomar fotos), el Museo Zubieta, la Casa Museo Olano, los tres viñedos, La Periquera, las ruinas escondidas de Gachantivá viejo, el paso del Ángel, un mariposario, realizar una cabalgata diurna o nocturna (llevar sombrero); ir el sábado a la plaza de mercado y disfrutar de su colorido y buenos precios, montar con cuidado en cuatrimoto (no todas están en óptimas condiciones), etc. 

Igualmente se pueden visitar las Iglesias coloniales, el Convento de Santo Ecce Homo, Sáchica, Santa Sofía (preguntar por "Piedra movida"), Ráquira y su Convento de la Candelaria, Sutamarchán (ojo, hay personas a las que les sienta muy mal la longaniza), Chiquinquirá, Arcabuco, etc.

Si Usted es católico, puede optar por la misa en la Iglesia principal los sábados y domingos 12m y 7 pm; entre semana a las 6 pm. También en la Iglesia del Carmen, 6am, 8am, 10 am; en el ancianato San José a las 10 am; en la casa de los Mensajeros de paz 11 am; en la capilla del Hotel Casa de Fundadores 11 am (esta es corta); o el sábado en la tarde, a las 4:00 p.m. en la ciudad de Dios, Fundación Santa Teresa; allí, el Padre Arcesio también celebra el 11 de cada mes misa de sanación. 

Mucha gente acude en las tardes y en las noches a sentarse en las escalinatas de la plaza, donde aparecen de cuando en cuando cuenteros, músicos y hasta una tuna.

¿Qué llevar? Paciencia en los restaurantes (Además muchos eluden dar factura); ganas de ver mucha gente y de encontrarse con amigos; deseos de dormir sabroso; en general eso es lo que se requiere, pues hay pequeños supermercados, almacenes de regalos, anticuarios y muchas panaderías.

No olvide comprar los tradicionales "besos de novia" y las aceitunas negras, frutos de los olivares sembrados en la época de la colonia.

Prólogo de "El Libro de los Valores" de Juan David Montejo Olano.

“Los valores están perdidos.
Atentamente, La Bolsa”.
(Graffiti bogotano, 1997).


El reto más importante al escribir durante más de treinta años ha sido el que me ha propuesto Juan David Montejo Olano. En primer lugar por el honor que me ha dispensado al considerar que yo pudiese prologar su magnífica obra; en segundo lugar, por la emoción y la alegría con los que vive nuestro autor cada día, ejemplo de su grandeza intelectual y espiritual.

Hablando de valores, el primero que se atisba en este artista es su magnanimidad, la cual es la disposición del ánimo hacia las cosas grandes.

Es un pequeño autor por su edad, pero llamado a ser un maestro excepcional. Muestra de ello está en que aun sin haber cumplido los seis años, se propuso dar a su hermano por nacer el mejor regalo: el ejemplo.

Ese ejemplo estaba dado no en ponerse celoso o en hacer pataletas por el nacimiento de un nuevo hermano, como han querido erróneamente hacerlo ver las psicólogas, quienes orientadas por una política anti-natalista, quieren que el individualismo se apodere de las familias y que se presente como un crimen el que nazca otro integrante al interior de ella.
 
No, Juan David no se sintió mal, dio ese ejemplo regalando a su hermano –y que siempre Nicolás lo sepa-, el más grande cariño que se puede prodigar fraternalmente, escribiendo para él y en general, para todos, un bello libro sobre los valores.
 
Lógicamente, nuestro autor no ha querido hacer un estudio teórico sobre los valores, pero su profundidad es grandiosa, pues ha utilizado con sentido común una técnica descriptiva y a la vez práctica, con una moraleja de profundos resultados, que remueven al más indolente en el fondo de su alma.

 El vivir estos valores escogidos por Juan David para cada personaje de la historia, nos ayudará –sin importar la edad-, a ser cada día personas más personas, más íntegras, más humanas, más rectas, caballerosas, amistosas y lo más importante y en ocasiones la más difícil: ser más alegres.
 
Algo muy importante de este libro es que nos dejemos tocar por sus enseñanzas para por sobre todo, ser buenos, pues los valores son diferentes especificaciones del bien, por tanto, antes que temer adquirirlos, deben ser un ideal en nuestras vidas.
 
Al poner en práctica las enseñanzas de esta bella obra, encontraremos un gran tesoro, que se resume en esta frase de F. Dostoiewsky: “El secreto de la existencia humana no consiste solamente en vivir, sino también en saber para qué se vive”.

Torreblanca, mayo de 2006.

Trilogía de las Cruzadas, -Del norte a Jerusalén- basado en el libro de Jan Gillou.

En un escenario para nosotros inédito, el Norte de Europa del siglo XII, se desarrolla esta primera entrega de la trilogía histórica que bajo la pluma del escritor Jan Gillou, periodista y escritor sueco dedicado en principio al género de las novelas de espías. Además de novelista es un periodista polémico, descubriendo en 1973 la existencia de un servicio secreto de espionaje vinculado a la propia policía sueca, dedicado a espiar desde simples ciudadanos hasta miembros del ejecutivo del país, especialmente de izquierda, por lo que tuvo que pagar un año de cárcel.


Gillou ha destacado que el tema de su novela medieval es “muy actual”, vendiendo más de cuatro millones de ejemplares de esta trilogía, cuya idea de escribirla surgió al comprobar, según sus palabras, “cómo todas las noticias referidas a musulmanes que ofrece una televisión como la CNN están llenas de matices negativos”, un tratamiento informativo que según su criterio, “dificulta el entendimiento entre una cultura y otra”.



La primera de estas obras y sus dos compañeras, para las que Jan Gillou necesitó cinco años para documentarse, se suman a otro gran número de obras producidas desde 1986 y traducidas a quince idiomas. Desde hace unos pocos años, decide entrar al mundo medieval con esta trilogía, que comienza en el año de gracia de 1150, d. C. y que se desarrolla en doce capítulos con un promedio de treinta páginas cada uno.

En la Universidad de Navarra el escritor José Enrique Ruiz Doménech, profesor e historiador, intervino en el Congreso "Grandes medievalistas del siglo XX", realizado en mayo de 2003 y afirmó algo que nos hace suponer el éxito de las obras de Gillou: “El interés que existe en la actualidad por la Edad Media se debe a que es nuestro pasado...  El medioevo es para Europa como el Far West para los norteamericanos. Un lugar donde podemos buscar nuestros sueños, nuestros anhelos, modelos de hombres y de estructuras políticas. Porque los paradigmas de nuestra cultura son todos medievales.”

En su opinión, esa es la razón por la que existen "tantos elementos visuales de esa época que nos fascinan. La Edad Media es nuestro lugar de ensueño y de memoria". En el hombre de hoy, a su juicio, quedan muchas cosas del hombre del medioevo: "El concepto de amor, la relación con la divinidad y el empaque de una cultura religiosa muy sólida, la pasión intercultural, la noción de tolerancia, el diálogo entre géneros, las raíces nacionales, las lenguas, el interés por la moda, la creación de redes de ciudades...".

Jan Gillou ubica su obra en Götaland occidental, cuando el Espíritu Santo descendió sobre la señora Sigrid, en el momento de la consagración de la Iglesia-Catedral de Skara; había tenido una visión no explicita, que resultó en que debería hacerle a Dios una ofrenda, que justo ahora era lo que más se necesitaba en el país donde mandaba el rey Sverker, un buen lugar para los monjes de Luro.

Así, luego de una genial conversación con el rey Sverker, decide donar su herencia de Varnhem, en las montañas de Billingen a los Cistercienses, para librarse de las reclamaciones de otra parienta y para cumplirle a Dios lo que le había pedido a través del Espíritu Santo.

Sigrid estaba casada con Magnus, ambos de importantes estirpes emparentadas con los linajes reales suecos y noruegos. Ellos tenían otra propiedad llamada Arnäs, a orillas del lago Vänern, en la tierra de Gota, en una zona fronteriza sin amo a lo largo del bosque donde había mucha tierra comunal y del Rey. Al deshacerse de Varnhem, se podían mejorar muchas cosas, especialmente si Sigrid se llevaba con ella a sus siervos y a los animales de su heredad. Esto también significaba unificar el domicilio familiar para estar allí con su esposo, su hijo mayor Skill  y el que estaría por venir, Arn Margusson, el protagonista de esta trilogía.



La obra se desarrolla en los siguientes capítulos alrededor de la vida de enfrentamientos entre los daneses y las tropas del rey Sverker; el florecimiento de Arnas como principal énclave político-militar del reino, frecuentado por los grandes señores del momento, los enfrentamientos y torturas, etc., que incluso llevarían a que las mujeres de Vänern obtuvieran un privilegio perpetuo del rey, en el sentido de poder utilizar un cinturón rojo con cruces doradas como símbolo eterno de la guerra y de la defensa que ellas llevaron a cabo de la ciudad y villorrios en contra del canciller danés y su ejército, episodio épico digno de juicio moral acerca de la preservación de la fe, aún antes de que existiera la Inquisición.

Magnus vendió la idea con su casa que él era un hombre para ser tenido en cuenta, un hombre que podía crear riqueza, sin que nadie se diera cuenta, que la prudencia de Sigrid a través de sus imperceptibles –para otros- consejos, eran la fuente de credibilidad y prestigio de su marido.

Años después, al llegar a su adolescencia, Arn será acogido por querer de su madre, por los monjes cistercienses en el monasterio de Varnhem, donde recibe la mejor educación espiritual y terrenal de su época, una época de la que siguen existiendo tópicos que hay que superar. Ruiz Doménech  afirmó que "Sobre todo, existe una asignatura pendiente en los medios de comunicación. La mayoría de guiones cinematográficos y de series televisivas muestran una Edad Media sucia, gris, oscurantista... que nunca existió". Aprende Arn también a manejar el arco y la espada, ya que los religiosos han comprendido que su destino, tal vez no sea el de crecer como hermanos de monasterio sino el de crecer como soldados de Cristo y defensores de la fe en Tierra Santa. Así, el hijo de Sigrid y Magnus, es “empapado de la propaganda que habla de la maldad de los sarracenos musulmanes”.

A los diecisiete años, Arn Magnusson regresa a su casa de Arnas y se ve envuelto en las intrigas de los varios pretendientes al trono de una Suecia aniquilada por las luchas de poder. Tras su vida monacal, se enamora de dos hermanas encienden su llama y la Iglesia lo condenará a convertirse en caballero templario en Tierra Santa. Allí, Arn entra en contacto directo con la cultura islámica dándose cuenta que ésta “es muy superior a la europea en todos los terrenos” y, al volver a Suecia, se encontrará en el segundo tomo de la trilogía, con la necesidad de enfrentar la paternidad y hacer entender a sus conocidos que “no todo es tan bueno en la guerra santa contra los infieles musulmanes”.

En palabras del el escritor José Enrique Ruiz Doménech "los historiadores estamos aprendiendo a mostrar la historia de forma más atractiva, por ejemplo, a través de la narrativa, y esto está aumentando el interés por la época". Y agregó: "Mi pronóstico, en este sentido, es que se ha originado un interés creciente que no ha hecho más que empezar".

De París a Tlatelolco.

Nací en 1968, diez días después de la Noche de Tlatelolco, cuando en la plaza de las tres culturas de Ciudad de México, fueron asesinados los estudiantes universitarios por pronunciarse contra el régimen; el hecho fue cometido por el grupo paramilitar “Batallón Olimpia” y el Ejército Mexicano, en contra de una manifestación convocada por el Consejo Nacional de Huelga, órgano directriz del movimiento, que involucraba estudiantes, profesores e intelectuales, últimos dos grupos que poco se vieron en las protestas chilenas y colombianas. Aún se desconoce la cifra exacta de los muertos y heridos.[] El gobierno mexicano de esa época, presidido por Gustavo Díaz Ordaz Bolaños, dijo que fueron sólo veinte los muertos, pero, en 1971, Elena Poniatoiwska, (en realidad, la Princesa Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, hija del Príncipe heredero Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski, descendiente directo del rey Estanislao II Poniatowski de Polonia— y de María de los Dolores (Paula) Amor de Yturbe), en su libro “La noche de Tlatelolco”, publicó la entrevista de una madre que buscó entre los cadáveres a su hijo y reveló que por lo menos había contado 65 cadáveres en un solo lugar; a esas víctimas se les llamó “los 68 del 68”.

El mismo 1968, en el mes de mayo, se produjeron en París los hechos de la primavera, que fueron, una propuesta pacífica, alegre y juvenil en las que se hicieron famosas las pancartas, como aquellas con frases como “la imaginación al poder” y “prohibido prohibir”, que mostraron el ingenio intelectual de los estudiantes de pregrado de la Universidad de París, ubicada en la plaza de “La Sorbonne”, que luego fue presentada como “una epopeya transformadora de la política, del pensamiento y de la historia”, liderados por Dany el Rojo, hoy en día el diputado Daniel Cohn-Bendit, quien estuvo al frente de la protesta estudiantil, la cual reflejó el papel que jugaba la juventud como motor de la transformación revolucionaria. Pero este movimiento, que surgió de manera espontánea, resultó efímero, como está ocurriendo hoy en día.

La reforma a la Ley 30 de Educación Superior, debe ser para la reorganización del sistema, así como de la educación superior, entendida ésta como un bien público, un servicio público y un derecho, por tanto, le corresponde al Estado garantizar su acceso a todos los ciudadanos con mérito para ingresar, para así garantizar el desarrollo de la sociedad y del país.

¿Qué viene ahora? ¿Se concertará un proyecto que este acorde con las necesidades de los educandos, los educadores, el Estado y las Universidades?

viernes, 2 de marzo de 2012

LECCIÓN MAGISTRAL ACTO ACADÉMICO DEL 2011-II, Marzo 1° de 2012.

En el segundo semestre de 1998, el Decano de la Facultad me pidió organizar algo que pudiera ser significativo para los estudiantes de décimo semestre que egresaban de nuestro Programa; fue así como consideré que lo mejor era tener un acto académico, en el cual, con la presencia de su familia, sus amigos, su novia o novio, en muchos casos sus hijos, su esposo o esposa, pudieran todos fundirse en un abrazo de amistad y en muchos casos de reconciliación. Así surgió esta tradición académica en la cual, los estudiantes eligen a un profesor para que les dirija unas palabras y a un compañero para que los despida. Así mismo, la Comisión de Facultad y los Profesores presentes en el Acto, les imponen el escudo de su Universidad. Anteriormente lo hacíamos con la imposición de las Becas –roja para Derecho-, que actualmente se reserva de manera exclusiva para el día de su grado como profesionales. Esa beca, simula la antigua toga de los ciudadanos de Roma, que siendo más o menos ancha denotaba la importancia de las personalidades que lo utilizaban “la toga pretexta”. De ahí viene para los juristas la denominación de “Togados” e incluso la de “Purpurados”, última que actualmente sólo se reserva para los Cardenales de la Iglesia Católica.

Hoy la Facultad revive esta tradición, por 27ª vez, como cada período académico, con la solemnidad que merece la circunstancia de haber culminado estudios, así como con el acompañamiento de los suyos, quienes han estado presentes  ahora y siempre, en las horas de estudio, en las angustias de los exámenes, en la felicidad de los logros, y, recibir el escudo y próximamente su grado, debe comprometerlos con ellos, con la sociedad y con el ideal de la realización de la justicia: pronta y cumplida.

Recibí esta distinción para dirigirme a Ustedes con dos sentimientos que no suelen andar juntos: el orgullo y la gratitud. El orgullo, dirigido a nuestros nuevos egresados, de haberlos visto crecer como personas y la gratitud por haberme tenido ellos en cuenta por votación, ahora que comienzo mi año 20 de cátedra en la Facultad. Se formaliza de este modo un vínculo entrañable con este grupo de nuevos abogados, que se abren paso en la vida y con quienes nos han unido una serie de acontecimientos cotidianos, en las urgencias inmediatas de la vida diaria, en las quejas, en las injusticias que los agobian sobre la inocencia de los usuarios cuando ejercen en su primer consultorio jurídico, en las utopías de la vida, etc.; en fin, en las cosas que no nos han dejado tiempo para asimilar las lecciones del pasado, ni a veces para pensar en el futuro.

El 17 de noviembre de 1944, -en mí las fechas no podrían faltar-, Gabriel García Márquez quiso despedir a sus compañeros de bachillerato en Zipaquirá. Advirtió que no quería decir un discurso y pronunció estas bellas frases: “He podido escoger para hoy el noble tema de la amistad. Pero ¿qué podría deciros de la amistad? Hubiera llenado unos cuantos pliegos con anécdotas y sentencias que al fin y al cabo no me hubieran conducido al fin deseado. Analizad cada uno de vosotros vuestros propios sentimientos, considerad uno por uno los motivos por los cuales sentís una preferencia incomparada por la persona en quien tenéis depositadas todas vuestras intimidades y entonces podréis saber la razón de este acto.

Así entonces, esta intervención posee el propósito, como ya lo dije, de darle la bienvenida a su Facultad a nuestros primeros abogados, así como despedir al grupo de nuevos egresados de la Universidad de La Sabana; en segundo lugar, pronunciar una lección magistral sobre algún tema específico y, en tercer lugar honrar a un maestro como Suárez Franco, quien además de profesor fue magistrado y por eso, qué mejor que impartir mi lección magistral acerca de la justicia. Muchos no querrán oír aquí una clase, pero el transcurso de nuestra vida siempre será aprender y enseñar; ese es un proceso que no termina jamás. Por eso, cuando hace tiempo una joven profesora en formación decía “cuando yo estudiaba”, o “cuando yo era estudiante”, se demostraba que en ella la docencia no era su vocación, pero también, que como profesional no estaba preparada para seguir aprendiendo; porque el saber nos debe comprometer, incluso es nuestra obligación actualizarnos según la Ley 1123, Código Disciplinario del Abogado: Ese es un deber de justicia. San Josemaría Escrivá, agregaba que “El estudio, la formación profesional que sea, es obligación grave entre nosotros” (Escrivá, Camino # 334).

La justicia también está basada en el agradecimiento; el que sus compañeros de Claustro tienen por el profesor Roberto Suárez Franco, cuya respetabilidad, cualidad que destacan los que fueron sus discípulos y demás colegas, acredita por sí sola sus lecciones de Derecho Civil. El concepto clásico del magister dixit (el maestro lo dijo) ha sido la fuerza de legitimación de su autoridad, en las disciplinas y asignaturas de varias otras áreas, que ha regentado por más de 50 años.

El 22 de septiembre de 2011, Benedicto XVI, invitado a dirigirse ante el Bundestag alemán, recordaba un breve relato tomado de la Sagrada Escritura (I Reyes, 3,9), del Libro de los Reyes más específicamente; ahí se dice que “Dios concedió al joven rey Salomón, con ocasión de su entronización, la posibilidad de formular una petición. ¿Qué pedirá el joven soberano en este importante momento? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos? Nadie pide de todo esto. Suplica en cambio: “Concede a tu sirvo corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal”. Al joven Salomón se le concedió al asumir el poder lo que pedía. ¿Qué sucedería si nosotros, legisladores (juristas) de hoy, se nos concediese formular una petición? ¿Qué pediríamos? En último término, pienso que, también hoy, no podríamos desear otra cosa que un corazón dócil: la capacidad de distinguir el bien del mal, y así establecer un verdadero derecho, de servir a la justicia y a la paz.

Así encontramos que la justicia es un principio ligado a la toma de decisiones (Durango, 2011), por eso, en la problemática de la decisión jurídica frente a casos concretos, adquiere un valor sin igual, aunque en muchas de sus manifestaciones, los estudiantes de derecho e incluso profesores, desconocen los principios de justicia, tanto los derivados de la justicia conmutativa, como los que se fundamentan en la justicia distributiva y en el bien común con sus principios generales y políticos, tan importantes éstos en nuestro derecho público.

Un profesor mexicano (Ibáñez, 2009, pp. 380-382), nos dice que en la mayoría de escuelas y facultades de derecho en Latinoamérica, el problema de la enseñanza está en centrarnos sólo en la ley y en los problemas clásicos de su interpretación, desconociendo las demás fuentes del derecho y los demás aspectos relativos a la creación, modificación o extinción de relaciones jurídicas y a las operaciones intelectuales que deben aplicar los operadores jurídicos, donde la justicia cobra primerísimo lugar. Pero tampoco podemos formar abogados que, como lo dijo el Rector de nuestra Universidad en la Lección Magistral de inauguración del Año Académico 2012 (Velásquez, 2012), no enriquezcan la altura de su ciencia con la continua formación humanística que la complemente, pues “la Academia es modeladora de cultura. Y la Universidad, Alma Mater Studiourum, alumbra los procesos culturales”, lo cual se complementa con lo dicho sobre ese particular por Benedicto XVI a los jóvenes profesores universitarios españoles el 19 de agosto de 2011, (Benedicto XVI, Discurso del Papa a los jóvenes profesores universitarios).

En nuestra formación, encontramos que el concepto general de justicia cobró primero su sentido en los griegos, quienes de manera inicial la formularon y, se cuestionaron si se podían establecer parámetros gene­rales y racionales sobre ella. Así que he querido incluir algunas de las concepciones de justicia más relevantes en la tradición académica, para contextualizar y a su vez resaltar la novedad y pertinencia de estos planteamientos a la luz de los escolios del filósofo bogotano Nicolás Gómez Dávila.

Más tarde, cuando Aristóteles presentaba las bases iniciales de lo que sería la ciencia política, decía que “la justicia es la base de la sociedad” (Linares, 1987, p. 739), coincidiendo con la idea de Platón de que ella es lugar común de todas las partes del gobierno.

Recordemos que Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi, recogida así por Ulpiano en el Digesto, la justicia es la constante y permanente voluntad de dar a cada cual lo suyo, agregaban los romanos; el hermano menor del emperador Carlos V, don Fernando I de Hungría, decía Fiat Iustitia et pereat mundus, hágase justicia y perezca el mundo, haciendo referencia a otras frases conocidas desde la antigüedad con sus variaciones fiat iustitia, ruat coelum (hágase justicia aunque se caiga el cielo) y, fiat iustitia, pereat licet integer orbis (se haga justicia, aunque perezca el entero orbe).

Muchos años después, en las Leyes de Partidas, don Alfonso X El Sabio sostuvo que la justicia es una de las cosas con las que mejor se mantiene el mundo, por ser fuente de todos los derechos y, más adelante, en la legislación que dictó España para las Indias, (Linares, 1987, pp. 739-740), se dispuso que “la justicia fuera colocada por encima de todas las virtudes, puesto que las comprende y perfecciona, y por encima de los demás fines que el Estado podía ambicionar”, a lo cual, la Recopilación de las Leyes de los Reinos de Indias, proclamaba que “la buena administración de justicia es el medio en qué consisten la seguridad, quietud y sosiego de todos los Estados”; y, las Órdenes reales de Castilla establecían con respecto al rey que “su propio oficio es hacer juicio y justicia”.

Gómez Dávila, como filósofo del derecho, no se quedó atrás de los grandes juristas universales, aunque ya en los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX, el sacerdote jesuita Mario Valenzuela Pieschacón, S.J., publicó tres ediciones de su libro de reglas Jurídicas y aforismos de Derecho Civil, bajo los títulos de Notas jurídico-teológicas según el derecho colombiano; El Código Civil colombiano en armonía con la conciencia, y compendio del Código Civil en armonía con la conciencia, de lo cual hablamos ya en un artículo anterior publicado en la Revista Universitas (Olano García, 2007), en el cual se encontraba un corto análisis sobre la justicia.

La regla muestra la ley, no la estatuye, regula legem indicat, non statuit, decía Bacon; por eso, las definiciones de Gómez Dávila sobre la justicia, hasta ahora seleccionadas por mí, no son imperativas, pero permitirán también proceder si son bien utilizadas, a la unificación jurídica colombiana, pero también a la internacionalización del término integrado al derecho, ya que como se comenta en España, las reglas jurídicas “constituyen un punto de partida para la formación de los nuevos <juristas globales> que la sociedad está demandando” (Domingo, 2003, p. 23).

Como dije atrás, he querido realizar una selección detallada acerca de los escolios relacionados con la Justicia en la obra gomezdaviliana. Debo recalcar que mi gestión posee como mérito el haber procedido a realizar esta catalogación, que me ha tomado varios meses y que nadie hasta ahora había realizado, ni siquiera sus herederos, sus editores o sus comentaristas, como Franco Volpi. Creo que con mi aporte y revisión de tema, ya se podrá utilizar con mayor precisión la obra de Gómez Dávila, pues hasta ahora comienza su época, precisamente ad portas de cumplirse en el año 2013 el centenario de su natalicio.

Para el escoliasta bogotano, “la Justicia que un miserable invoca desde el lagar donde lo prensa su infortunio, no se parece a la Justicia que administra, entre códigos, un magistrado rubicundo” (Gómez Dávila, 1988, p. 69).

El mismo escoliasta se preguntaba si la justicia es un sentimiento o un concepto, es la fórmula del Digesto, ó es una intuición definible, a lo cual le encontramos como respuesta: “nadie sabe cuál es la justicia verdadera: si la que orienta la actividad política de la escatología revolucionaria, o aquella cuyo reino constituye, para un jurista ilustre, la finalidad suprema del derecho, o meramente la que erige su pesadez de estatua decimonónica sobre las acroteras de un pretorio”, (Gómez Dávila, 1988, p. 69).

Para Gómez Dávila, denominado también como el “antimodernista colombiano”:

[…] conforme a cierta definición ilustre, la justicia consiste en dar a cada cual lo suyo, es decir: en respetar el derecho válido que cada cual posee. La justicia solamente logra proporcionar lo que conmuta y distribuye, como lo mide con la regla de derecho. La justicia no pesa, ni reparte, sino registra y confirma. La justicia no es tabla trascendente de derechos, sino la obligación suprema de ser fieles al convenio concluido y a los derechos engendrados. Lo justo no resulta de la intuición de una esencia, ni surge en una emoción peculiar, ni es obediencia a determinadas normas. Justo es el acto de quien hace lo propio, de quien atribuye a cada quien lo suyo, de quien actúa de manera tal que su acto sirve de ley. Justo es el acto conforme a la regla. El peso de la injusticia, sin embargo, y la serenidad del justo, hacen dudar que injusticia y justicia provengan meramente del incumplimiento o del acato de una norma humana. Aquí parece que no se revuelvan torbellinos, sino que soplen altanos” (Gómez Dávila, 1988, p. 77).

Y agrega finalmente: “quienes hablan de una justicia más encumbrada y linajuda, se dejan engañar por soflamas pías, por escrúpulos éticos, o por los bienes corpóreos que persiguen”, (Gómez Dávila, 1988, p. 77).
 
¿Cómo se puede analizar la Justicia en Gómez Dávila?, como lo expresé, a través de un grupo de escolios, en donde se encuentra que la realización de ésta se da con el valor del orden y, “como la justicia es la observancia de la regla de derecho, justo es el acto concorde con la regla, e injusto el acto que la incumple. La injusticia es el escarnio y el quebranto de las reglas”, según él mismo prescribía, (Gómez Dávila, 1988).

Para Gómez Dávila, la justicia radica en desterrar la envidia, en desarrollar plenamente la igualdad personal, en un respeto a las jerarquías, la exclusión de coherencia y evidencia; a no ser imparciales por miedo o pereza, etc.

Igualmente, sus críticas a la injusticia, al gobernante desapercibido, a los héroes de la independencia, a las almas plebeyas llenas de odio, y particularmente a la justicia social, que basada en parte en la Doctrina de la Iglesia, encuentra a Gómez Dávila expresar su apoyo a ésta, aunque en algunos de sus escolios manifiesta ser “un pagano que cree en Cristo”. En Gómez Dávila se encuentra una fidelidad insobornable a la tradición de la Iglesia Católica, frente a la cual también asumió la actitud reaccionaria, alimentada en su conocimiento vasto y profundo de la tradición de Occidente desde los griegos (Hoyos Vásquez, 2008).

Los Escolios sobre Justicia, en la obra de Gómez Dávila (2005), organizados en un criterio analítico alfabético de exposición, son, a mi juicio, 105, pero sólo he seleccionado esta tarde 23 de ellos para su reflexión mental:

1.      ¡Cuántas cosas nos parecerían menos irritantes si fuésemos menos envidiosos! (p. 262).

2.       “Justicia social” es el término para reclamar cualquier cosa a que no tengamos derecho (p. 267).

3.      Cada día le exigimos más a la sociedad para poder exigirnos menos (p. 228).

4.      Condenarse a sí mismo no es menos pretencioso que absolverse (p. 310).

5.      Cuando se deje de luchar por la posesión de la propiedad privada se luchará por el usufructo de la propiedad colectiva (p. 29).

6.      Desagradecimiento, deslealtad, resentimiento, rencor, definen el alma plebeya en toda época y caracterizan este siglo (p. 398).

7.      Desde hace dos siglos el pueblo lleva a costas no solamente a quienes lo explotan, sino también a sus libertadores. Su espalda se encorva bajo el doble peso (p. 133).

8.      El acto de despojar de sus bienes a un individuo se llama robo, cuando otro individuo lo despoja. Y justicia social, cuando una colectividad entera lo roba (p. 174).

9.      El burgués entrega el poder para salvar el dinero; después entrega el dinero para salvar el pellejo; y finalmente lo ahorcan (p. 28).

10.  El hombre actual oscila entre la estéril rigidez de la ley y el vulgar desorden del instinto. Ignora la disciplina, la cortesía, el buen gusto (p. 245).

11.    El hombre prefiere disculparse con la culpa ajena que con inocencia propia (p. 30).

12.  El mundo moderno nos obliga a refutar tonterías, en lugar de callar a los tontos (p. 190).

13.  El que no esté listo a preferir la derrota en determinadas circunstancias comete tarde o temprano los crímenes que denuncia (p. 385).

14.  Entre injusticia y desorden no es posible optar. Son sinónimos (p. 93).

15.  La gente admira al que no se queja de sus males, porque la exime del deber de compadecerlo (p. 411).

16.  La justicia ha sido uno de los motores de la historia, porque es el nombre que asume la envidia en boca del querellante (p. 194).

17.  Los hábiles aceptan envilecerse para triunfar. Y terminan fracasando porque se envilecieron (p. 256).

18.  Los hombres se dividen entre los que insisten en aprovechar las injusticias de hoy y los que anhelan aprovechar las de mañana (p. 131).

19.  Nadie se rebela contra la autoridad, sino contra quienes la usurpan (p. 132).

20.  Nunca es posible resolver bien un problema, pero siempre es posible resolverlo peor (p. 372).

21.  Pocos hombres soportarían su vida si no se sintiesen víctimas de la suerte. Llamar injusticia la justicia es el más popular de los consuelos (p. 92).

22.  Podemos pedir misericordia. ¿Pero con qué derecho reclamamos justicia? (p. 203).

Finalmente, un escolio, que Ustedes también evaluarán de acuerdo con la desgracia natural que nos ha afectado en la Universidad el año anterior:

23.  Las sentencias, el día del Juicio, serán menos terminantes y enfáticas que las de cualquier periodista sobre cualquier tema (p. 197).
 
En un artículo que estuvo inédito por 17 años, publicado en la Revista del Rosario y titulado “De Iure”, Gómez Dávila (1988, p. 85) cerró el capítulo sobre la justicia, con un análisis filosófico que comprende estas expresiones:

La regla de derecho que emana de un convenio explícito, acordado entre individuos lúcidamente ciertos del propósito que abrigan, del importe jurídico del acto que ejecutan, y de las consecuencias que derivan, es una pura construcción teórica. El convenio es la definición del derecho, pero el esquema de su implantación temporal es el consentimiento histórico. El hombre no conviene la regla de derecho, sino consiente a la regla. El consenso es la forma que asume, en la concreta impureza de la historia, la impoluta exigencia del convenio.

Entonces, “Más allá o más acá de la crítica al reaccionario auténtico, no es posible ignorar la contundencia de su estilo, forma paradigmática de pensar en español, que no raras veces nos seduce hasta sobornarnos” (Hoyos, 2008).

¿Servirán algún día estas afirmaciones gomezdavilianas como verdaderos aportes para una reforma integral a la administración de justicia? Por lo menos, espero que alguno que otro de estos escolios les haya quedado rondando en su cerebro de juristas.
***.
Para concluir: El año antepasado, junto con uno de nuestros egresados, realicé una expedición <puertística>, por así decirlo, en el Campus de la Universidad de Harvard, buscando la ubicación de la puerta Déxter, donde se lee, al ingresar: “Entras para formarte” y al egresar: “Sales para servir al mundo”; eso se asimila a la frase de Cicerón, que declaraba a los jóvenes miembros de número de la academia del deber y ciudadanos de la inteligencia. Ese compromiso, que a Ustedes debe acompañarlos siempre, tiene su origen en la Universidad.

En la Universidad he rozado muchas veces con la punta de los dedos eso tan difícil de alcanzar en este mundo, y a lo que me atrevo a llamar felicidad”, afirmó el profesor Alejandro Llano recientemente en su discurso de agradecimiento al recibir la medalla de oro de la Universidad de Navarra. Para mí, la felicidad en este momento es verlos terminar sus estudios e iniciar su carrera y ver regresar a nuestros egresados a su alma mater. Recuerden siempre que la Universidad –ésta Universidad- es su casa, como también lo ha sido para mí durante dos cortas décadas; aquí conocí a mi esposa, aquí han gateado mis hijos, aquí he escrito parte de mis libros, aquí he sembrado mis árboles, aquí he pasado veinte años de mi vida, la mitad de mi vida, sus años de vida. Gracias por las horas compartidas y por haberme permitido acompañarlos hasta aquí en su formación. Ustedes y yo hemos crecido con esta convivencia.

Finalmente, queridas y queridos abogados sabanenses, quiero recordarles, a los que ahora comienzan su ejercicio profesional, así como a nuestros primeros egresados, que ojalá tengan en cuenta estas frases de Alejandro Llano, para no dejarse deslumbrar con el dinero fácil, con la amoralidad del mundo o con el afán de ser famosos: “El brillo es llamativo por su prestada claridad. El resplandor –en cambio- forma una luminaria constante, tranquila, que procede de dentro y guía con seguridad a quien la sigue.

Que por la intercesión de Nuestra Señora de las Aguas, Patrona del Campus, recuerden siempre que: Ser Sabana, vale la pena.

Muchas gracias!!!